lunes, 20 de abril de 2015

 11:10 p. m.      No Comentario

Las acusaciones formuladas por un militar de la armada contra el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, son totalmente falsas, así lo refiere un informe del vocero y abogado estadounidense Jim Luers. La noticia, cabe destacar, fue reseñada por el semanario Quinto Día en su sección "Exclusivas de Última Página".

Recordemos que a principios de año se hizo pública la denuncia del exescolta del diputado y exmiembro de la Fuerza Armada, Leamsy Salazar. A través de esta se acusaba a Cabello de narcotraficante y de ser capo de un supuesto Cartel de los Soles. La falsa matriz de opinión estuvo encabezada por el diario español ABC.

No obstante el escándalo mediático, de acuerdo a Luers, la denuncia de Salazar no prosperó por carecer de asideros y de argumentos reales.

Si era falsa esta acusación, ¿entonces por qué se hizo? ¿Qué interés oculto se encuentra detrás del exescolta? ¿Quién le pagó para que hiciera estas acusaciones? ¿Para quién trabaja en realidad Leamsy?

De acuerdo a declaraciones del propio Diosdado Cabello, detrás de este show, aparte del diario ABC, se halla metida la mano peluda de páginas ultraderechistas como Dolar Today y de diarios opositores como Sexto Poder.

Todos estos medios se regodearon e hicieron fiesta con el tema en cuestión sin presentar ningún tipo de prueba. El asunto nada más giró en torno al chisme del fulano Leamsy.

Otro de los promotores de esta acusación nefasta es el senador cubano americano Bob Menéndez. El mismo, en la actualidad, enfrenta 14 cargos de corrupción en los Estados Unidos. Entre estos se encuentra un supuesto caso de malversación por un millón de dólares en regalos y donaciones a cambio de favores oficiales.

Como dice el refrán popular: "quien tiene techo de vidrio no debe lanzarle piedras al vecino". Otra vez queda claro que, a la hora de defender sus oscuros intereses, la derecha venezolana y extranjera es capaz hasta de hurgar en la... basura.
En estos últimos días, nos enteramos de capturas o enjuiciamientos de diferentes pulcros funcionarios públicos de alta jerarquía por fraude fiscal (desvío de fondos públicos) en diferentes países. Los gobiernos corruptos no bajan del cielo Lo que quizás sacudió más, en especial a los sectores hispanófilos, fue la detención de Rodrigo Rato, ex vicepresidente de España, ex jefe del Fondo Monetario Internacional, ex presidente de Bankia, por un multimillonario fraude fiscal. Esto se suma al caso de la organización criminal (“desarticulada”) denominada Red Correa, dirigida y ejecutada por varias decenas de funcionarios y políticos del Partido Popular, que operaba desde los engranajes claves del Estado español. Ni mencionar los casos de corrupción en las que estuvo vinculada nada menos que la familia real española recientemente. En Guatemala, el Gobierno del ex militar Otto Pérez, no pudo evitar por más tiempo el desenmascaramiento (quizás no la desarticulación) y la detención de integrantes de la Red La Línea, encabezada y conformada nada menos que por las máximas autoridades de la Superintendencia de Administración Tributaria (SAT), incluyendo al Secretario Privado de la actual vice Presidenta de la República, y empresarios privados. Esta banda criminal, al igual que la española Red Correa, operaba desde el interior del propio Estado, desviando fondos fiscales en un país que ocupa el quinto lugar a nivel mundial en desnutrición infantil. Colombia hizo también noticia porque la Corte Suprema de Justicia de dicho país condenó a varios años de prisión a dos ex ministros del gobierno de Álvaro Uribe (éste y otros de sus ex ministros también están relacionados en procesos judiciales) por actos de corrupción. En Brasil y Bolivia también los actos de corrupción descubiertas remecieron a sus gobiernos progresistas en los últimos días. En estos y otros países, la opinión pública tiende a satanizar a las y los funcionarios o gobernantes corruptos como si fuesen los únicos corruptos. En algunos casos el repudio social también se extiende al sector empresarial por “no castigar a sus agentes corruptos”. Casi todos repudiamos a “estos” gobiernos corruptos. Pero, los corroídos no son los gobiernos (son la consecuencia), sino los propios estados débiles o fallidos que hace rato perdieron su monopolio fiscal/administrativo al ser infiltrados por organizaciones criminales, y que para operar estos estados necesitan de funcionarios corruptos. El problema está en las sociedades que practicamos el divorcio entre la moral pública (idealiza al ladrón ejecutivo) y la moral privada (idealiza a la virgen piadosa). El problema está en nuestra indiferencia con los bienes públicos (que lo asumimos como bienes de nadie). Estos y otros estridentes casos de robos de fondos públicos nos obligan a reflexionar sobre las causas de estas conductas criminales “normalizadas” en la función pública (la corrupción asesina/mata a millones de personas por hambre y enfermedades). Este mal endémico no es problema de un gobierno, ni de los estados únicamente. Es un mal estructural de las sociedades que a su vez configura el perfil psicológico de la gran mayoría de las y los aspirantes a la función pública. ¿Cuántos de nosotros/as no soñamos con la función pública para resolver o alcanzar nuestras metas económicas? La corrupción pública, no es un acto aislado, ni en el tiempo, ni en el espacio, sino un proceso conductual afianzado por culturas que practicamos. Sí, las y los corruptos, así como no vienen del cielo, tampoco nacen moralmente deformados. Nosotros/as como sociedad hacemos a los corruptos, y elegimos a los corruptos para que nos gobiernen. Ellos/as practican los “valores éticos” que como sociedad promovemos y normalizamos. Las y los corruptos van a misa y a cultos religiosos casi todos los fines de semana. Tienen títulos académicos y viste traje y corbata, por lo regular. Los funcionarios/gobernantes más corruptos, generalmente, viven más honrados y venerados por sus pueblos. La corrupción pública como práctica cultural no es sólo el lubricante que hace funcionar a la maquinaria del sistema neoliberal (para despojar los bienes y servicios públicos), sino es la consecuencia inevitable del sistema-mundo-individualista que nos obliga a competir entre nosotros/as para intentar tener siempre más que los demás, pero casi siempre por la vía más fácil. Podemos destituir gobiernos corruptos y/o encarcelarlos. Podemos incluso cambiar a la élite política y económica de los países. Pero, eso no sirve de mucho sino transitamos del sistema-mundo-individualista hacia un sistema-mundo-comunitario de la sobriedad. El legendario Pepe Mujica, entre muchas lecciones, nos dice que: “No necesitamos mucho para ser felices”. Tenemos que reeducarnos para ser felices, no para perseguir el sueño de llegar a ser ricos. Debemos reconstruir el sentido y la primacía del bien común sobre el bienestar/interés individual. Reconciliar la moral pública con la moral privada. El problema está en nosotros/as, no sólo en nuestros gobernantes corruptos.

Este contenido ha sido publicado originalmente por teleSUR bajo la siguiente dirección:
http://www.telesurtv.net/bloggers/-Los-gobiernos-corruptos-no-bajan-del-cielo-20150420-0001.html. Si piensa hacer uso del mismo, por favor, cite la fuente y coloque un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. www.teleSURtv.net
En estos últimos días, nos enteramos de capturas o enjuiciamientos de diferentes pulcros funcionarios públicos de alta jerarquía por fraude fiscal (desvío de fondos públicos) en diferentes países. Los gobiernos corruptos no bajan del cielo Lo que quizás sacudió más, en especial a los sectores hispanófilos, fue la detención de Rodrigo Rato, ex vicepresidente de España, ex jefe del Fondo Monetario Internacional, ex presidente de Bankia, por un multimillonario fraude fiscal. Esto se suma al caso de la organización criminal (“desarticulada”) denominada Red Correa, dirigida y ejecutada por varias decenas de funcionarios y políticos del Partido Popular, que operaba desde los engranajes claves del Estado español. Ni mencionar los casos de corrupción en las que estuvo vinculada nada menos que la familia real española recientemente. En Guatemala, el Gobierno del ex militar Otto Pérez, no pudo evitar por más tiempo el desenmascaramiento (quizás no la desarticulación) y la detención de integrantes de la Red La Línea, encabezada y conformada nada menos que por las máximas autoridades de la Superintendencia de Administración Tributaria (SAT), incluyendo al Secretario Privado de la actual vice Presidenta de la República, y empresarios privados. Esta banda criminal, al igual que la española Red Correa, operaba desde el interior del propio Estado, desviando fondos fiscales en un país que ocupa el quinto lugar a nivel mundial en desnutrición infantil. Colombia hizo también noticia porque la Corte Suprema de Justicia de dicho país condenó a varios años de prisión a dos ex ministros del gobierno de Álvaro Uribe (éste y otros de sus ex ministros también están relacionados en procesos judiciales) por actos de corrupción. En Brasil y Bolivia también los actos de corrupción descubiertas remecieron a sus gobiernos progresistas en los últimos días. En estos y otros países, la opinión pública tiende a satanizar a las y los funcionarios o gobernantes corruptos como si fuesen los únicos corruptos. En algunos casos el repudio social también se extiende al sector empresarial por “no castigar a sus agentes corruptos”. Casi todos repudiamos a “estos” gobiernos corruptos. Pero, los corroídos no son los gobiernos (son la consecuencia), sino los propios estados débiles o fallidos que hace rato perdieron su monopolio fiscal/administrativo al ser infiltrados por organizaciones criminales, y que para operar estos estados necesitan de funcionarios corruptos. El problema está en las sociedades que practicamos el divorcio entre la moral pública (idealiza al ladrón ejecutivo) y la moral privada (idealiza a la virgen piadosa). El problema está en nuestra indiferencia con los bienes públicos (que lo asumimos como bienes de nadie). Estos y otros estridentes casos de robos de fondos públicos nos obligan a reflexionar sobre las causas de estas conductas criminales “normalizadas” en la función pública (la corrupción asesina/mata a millones de personas por hambre y enfermedades). Este mal endémico no es problema de un gobierno, ni de los estados únicamente. Es un mal estructural de las sociedades que a su vez configura el perfil psicológico de la gran mayoría de las y los aspirantes a la función pública. ¿Cuántos de nosotros/as no soñamos con la función pública para resolver o alcanzar nuestras metas económicas? La corrupción pública, no es un acto aislado, ni en el tiempo, ni en el espacio, sino un proceso conductual afianzado por culturas que practicamos. Sí, las y los corruptos, así como no vienen del cielo, tampoco nacen moralmente deformados. Nosotros/as como sociedad hacemos a los corruptos, y elegimos a los corruptos para que nos gobiernen. Ellos/as practican los “valores éticos” que como sociedad promovemos y normalizamos. Las y los corruptos van a misa y a cultos religiosos casi todos los fines de semana. Tienen títulos académicos y viste traje y corbata, por lo regular. Los funcionarios/gobernantes más corruptos, generalmente, viven más honrados y venerados por sus pueblos. La corrupción pública como práctica cultural no es sólo el lubricante que hace funcionar a la maquinaria del sistema neoliberal (para despojar los bienes y servicios públicos), sino es la consecuencia inevitable del sistema-mundo-individualista que nos obliga a competir entre nosotros/as para intentar tener siempre más que los demás, pero casi siempre por la vía más fácil. Podemos destituir gobiernos corruptos y/o encarcelarlos. Podemos incluso cambiar a la élite política y económica de los países. Pero, eso no sirve de mucho sino transitamos del sistema-mundo-individualista hacia un sistema-mundo-comunitario de la sobriedad. El legendario Pepe Mujica, entre muchas lecciones, nos dice que: “No necesitamos mucho para ser felices”. Tenemos que reeducarnos para ser felices, no para perseguir el sueño de llegar a ser ricos. Debemos reconstruir el sentido y la primacía del bien común sobre el bienestar/interés individual. Reconciliar la moral pública con la moral privada. El problema está en nosotros/as, no sólo en nuestros gobernantes corruptos.

Este contenido ha sido publicado originalmente por teleSUR bajo la siguiente dirección:
http://www.telesurtv.net/bloggers/-Los-gobiernos-corruptos-no-bajan-del-cielo-20150420-0001.html. Si piensa hacer uso del mismo, por favor, cite la fuente y coloque un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. www.teleSURtv.net

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