sábado, 5 de diciembre de 2015

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Los factores y actores globales han encontrado el punto máximo de su narrativa en la premonición, entre líneas, de que cualquier victoria bolivariana sería producto de unas “elecciones amañadas” y se produciría en un contexto electoral cargado de violencia, daño a la “democracia” y falta de “garantías para la oposición”.

En este sentido, las declaraciones de Hillary Clinton en el Atlantic Council, financiado por Exxon Mobil, Chevron y la armamentista Lockheed Martin, apuntan directamente a centrar en Venezuela el mayor peso de su discurso sobre América Latina al afirmar que “Venezuela vota este fin de semana. Debemos asegurarnos de que se respeta la voluntad del pueblo. Y la responsabilidad comienza por la administración de Maduro, que hasta ahora ha intentado amañar las elecciones”. Clinton, quien por segunda vez en 44 días nombra a Venezuela, adhiere a este supuesto “daño a la democracia” la necesidad de que “nuestras voces sean levantadas en nombre del pueblo venezolano, lo que ya se está viendo con las voces de la región que han comenzado a hablar a favor de los valores democráticos”, en clara referencia a la ola de pronunciamientos a raíz del asesinato de Luis Manuel Díaz. Aún y con eso, la ex primera dama sostiene que se “necesita mucho más”.

Acorde a esto, la Alianza de Periódicos Europeos emitió este martes la carta “Venezuela grita libertad”, firmada por el presidente español Mariano Rajoy, el primer ministro británico David Cameron, el secretario general del Consejo de Europa, Thorbjørn Jagland, el director del club de los expresidentes anti Venezuela, Felipe González, y el expresidente chileno Ricardo Lagos, donde se indica que “la democracia no funciona cuando el ambiente electoral está dominado por la violencia, las amenazas y la intimidación a la oposición”. Y estos mentados cinco ilustres exigen que el presidente Maduro sea garante de unas elecciones libres, transparentes y en paz, en las que “respete los resultados, una condición esencial para la convivencia pacífica del pueblo venezolano”. Al ser subsidiarios del poder que tutela a Clinton, también hacen “un llamamiento al conjunto de las democracias para que se unan a su petición y protejan juntos un patrimonio cívico común”, y en esta sintonía fina es que la Eurocámara suspende su anunciada misión electoral ya que “los servicios de seguridad no recomiendan bajo ningún concepto el desplazamiento por riesgos muy graves”.

Y claramente toda esta operatividad y pique adelante encuentra un conveniente vector latinoamericano en la última carta del secretario general de la OEA, Luis Almagro, donde traduce ese interesada necesidad de más acción de Hillary Clinton con la mitificación de que en Venezuela hay “una estrategia que procura amedrentar a la oposición y que ese temor llega a la sociedad entera y estremece a toda la comunidad internacional”. Por este supuesto, artificialmente recreado, Almagro pide al Gobierno Bolivariano “el cese de toda violencia, las garantías más absolutas para todos, y transformar la contienda electoral en una fiesta y no en un ejercicio de fuerza, violencia y miedo”. Ante esto, este muppet diplomático espera que estos principios no lo separen del presidente y lo pongan a él de un lado y a Maduro del otro, como si fuera una Miss Universo presentando su cartilla de deseos y no un operador duro que está preanunciando su papel de actor de vanguardia en la descalificación y criminalización de Venezuela. Otra vez de lo que se trata es de construir esa salto en la narrativa y luego traducirlo en las instituciones regionales. En esa dirección resalta el pedido del futuro presidente argentino, Mauricio Macri, para aplicar la claúsula democrática del Mercosur y su rechazo por parte de la presidenta brasilera, DIlma Rousseff, quien sostuvo que para que se aplique debe haber una ruptura constitucional: “No puede ser usada con base en hipótesis, tiene que tener hechos calificados”.

Además, adecuadamente acompañada de la píldora de deslegitimación de la misión electoral de la Unasur y la jerarquización de una falta de observación de parte de ellos, estas declaraciones retoman la línea argumentativa de quien José Vicente Rangel calificó como uno de los ideólogos de la campaña anti Venezuela, el escritor peruano Mario Vargas Llosa, quien interpretando a los poderes reales da por sentado que en el proceso electoral del 6D habrá un fraude y, por consiguiente, la respuesta es la violencia por parte de los perdedores.

Como hemos dicho en otras ocasiones, la operatividad de estos factores claramente se dirige hacia convertir las elecciones parlamentarias en ese interesado “punto de inflexión” para, nuevamente, buscar el aislamiento de Venezuela, la posibilidad de mayor sanciones, y destrabar a su favor la correlación de fuerzas regionales hacia lo interno de la Unasur, Celac, Mercosur y sus organismos satelitales, como la OEA.

Sólo basta con ver cómo se les cae la baba con la llegada de Macri en Argentina, y cómo utilizan su exigencia de aplicar la cláusula democrática del Mercosur para probar las reacciones regionales, porque, pese a todo y contra todo, todavía no terminan de ver la luz final del túnel y la vía electoral y constitucional se les ve clausurado por efecto práctico e inoperancia propia.

Chávez los volvió loco y contra nosotros siguen alegando demencia

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